martes, junio 13, 2006

Son las cinco de la mañana, de un día cualquiera. La lluvia comienza a caer, primero lentamente, luego cada vez más fuerte. Golpea en los techos, se escurre por las canaletas y corre sobre las aceras, las playas de estacionamiento y las calles. Las aguas pluviales corren en torbellino en los parques y jardines, donde arrastran las deyecciones de los animales y los herbicidas, así como en las rutas, donde toman a su paso amianto, carbón y grasa. Antes del fin del chaparrón, medio millón de litros de agua de lluvia habrán sido tragados por la maraña subterránea de cañerías pluviales de la ciudad. A las siete horas, los doscientos mil habitantes que todavía tienen trabajo comienzan a levantarse, toman una ducha, se lavan los dientes y accionan las canillas. A las ocho horas, cuando la mayor parte de los residentes han partido a sus ocupaciones o a la escuela, 104 millones de litros de agua usada se habrán vaciado en las cañerías de desagüe de sus domicilios, y luego en la red de conductos colectores. Las conexiones sanitarias desbordan y una mezcla tóxica de aguas pluviales y aguas usadas es transportada por los cursos de agua de la región. Solo en un barrio se precipitan hacia la estación de depuración. A las nueve horas, la estación de depuración no alcanza para atacarlas, y los afluentes se vierten directamente en la aguas costeras del Río de La Plata a través el arroyo El Gato, a poca distancia del vuelco directo del resto. Al volante de su auto, con todos los vidrios cerrados para no respirar los gases de escape de los vehículos que los preceden, los automovilistas se informan por la radio: «La circulación es más densa que lo habitual sobre la autopista a la Capital Federal, la circulación es lenta en todos los carriles».


Invisibles aguas, las aguas marrones y cargadas de los ríos, y canales de la región vierten su carga de sedimento y productos químicos tóxicos en el Río de La Plata. En las desembocaduras de esos cursos de agua, los pescadores deberían devolver sus presas al agua, como lo demandan los carteles que desaconsejan el consumo de los peces. La radio anuncia «No olvidemos que después de la lluvia que acabamos de tener es peligroso bañarse en las playas de la región en el curso de los dos próximos días.» A media mañana, los empleados del Ministerio de Salud analizaran el agua sobre las playas que bordean el sector ribereño. Durante una semana el baño estará prohibido en muchas de esas playas entre otras razones porque la circulación del río es más lenta en su margen derecha.
Más tarde por la radio se informa el boletín meteorológico «El tiempo estará nublado esta mañana y soleado desde medio día, con un máximo de 32 grados». En la tarde, habrá además de sol, un «smog» denso, que picará los ojos en la zona residencial de Gonnet y City Bell, proveniente de las industrias de Berisso y Ensenada. Más tarde el viento del sudoeste aportará un olor desagradable y picante que se produce en el relleno sanitario donde se observan montañas de bolsas con su contenido en descomposición y bandadas de gaviotas transportan parte de ellos a los cuerpos de agua cercanos y la costa del río. «Y la temperatura bajará, notablemente en la costa del Río», sigue la radio. «Sin duda un día como cualquier otro en La Plata».